• En una cárcel inmunda a donde la luz no llega,
• y en la que pierden los hombres el valor y la paciencia,
• por fuertes hierros guardando en el rincón de una celda,
• se encontraba Juan de León cumpliendo con su condena.

• Juan de León tenía una hija alegre como una fiesta,
• y por ella estaba preso encerrado tras la rejas :
• un hombre quiso ultrajar a aquella niña hechicera,
• y Juan de León mato al hombre que intentara tal ofensa.

• Pero la ley, que es la ley, a veces injusta y buena,
• a Juan de León condenó a sufrir la última pena ;
• sin comprender que mató en actitud justiciera,
• a quién, en lo más querido, quiso inferirle una ofensa.

• El hambre ronda la casa de Juan de León, en su ausencia
• y asoma por las ventanas sonriéndole la miseria ;
• apaga el fogón humilde donde el carbón escasea ;
• y a la hija de Juan de León causa dolores y penas.

• Horas de angustia y dolor arrancan doliente queja,
• de labios de la inocente que en su desconsuelo reza ;
• las vecinas del lugar con desconfianza la observan :
• Es la hija del matón murmuran, haciendo señas.
• al verse sola en el mundo sin quién su dolor comprenda ;
• se acuerda del que mató por evitar una ofensa,
• y que por ella esta preso, encerrado en una celda.

• El preso no pierde el tiempo y tras los muros de piedra,
• hace labores de araña en un cinturón de cerda ;
• las grecas son maravilla que al blanco cinto rodean,
• y hay en el centro una larga que es como una línea negra.

• Juan de León pasa las noches trabajando, siempre en vela,
• ansioso por terminar aquel cinturón de cerda ;
• y piensa que al acabar su labor como quisiera,
• con ella puede aliviar de su hija la miseria.

• Pedazos de negra noche son testigos de su pena,
• y de sus ojos a veces gruesas lágrimas se ruedan ;
• perlas de su corazón van perdiéndose a las grecas,
• donde brilla la esperanza de una buena recompensa.
• Terminada la labor de aquel cinturón de cerda,
• Juan de León lanza un suspiro y levanta la cabeza ;
• en vez de una imprecación de sus labios brota queda,
• una plegaria que va saliéndose de las rejas.

 
• Señor... dice el prisionero con voz que el viento se lleva,
• ten compasión de mi hija y que de hambre no se muera ;
• y al decirlo, terco graba sobre el cinturón de cerda,
• una escuadra y un compás que adornan aquella prenda.

• Se la entrega al capataz a quién el recluso ruega,
• que le mande a Don Manuel el dueño de rica tienda,
• a quién escribe una carta en que le cuenta sus penas,
• y le pide que a su hija mande lo que a muy bien tenga.

• Más ¡Oh fortuna falaz !, que tanto nos desespera,
• el que rico vivía ayer, hoy se encuentra en la pobreza ;
• y lejos de la ciudad, con solo su compañera ,
• sin dinero ni herramientas esta labrando la tierra.

• Desesperado Manuel por situación tan artera,
• se duele de no tener capital para la empresa ;
• y en las noches, cuando todo es quietud en la pradera,
• se oye salir del jacal una lastimera queja.

• La esposa del comerciante ahora inclinado a la tierra,
• mostrándole a su mujer aquel cinturón de cerda,
• y aquella carta en que el preso que está penando entre rejas,
• le pide para su hija una humilde recompensa.

• Atormentado Manuel por la petición aquella,
• al lado de su mujer sobre la mesa hace cuentas :
• doscientos pesos total, forman toda su riqueza
• más sintiéndose masón a Juan remite cincuenta.

• Yo gozo de libertad en medio de mi pobreza,
• pero Juan de León se muere entre paredes de piedra,
• por haber matado a un hombre que intentó ¿ quién lo creyera ?
• mancillar lo más sagrado que tiene un hombre en la tierra.

• Noticias de la ciudad que por los caminos vuelan,
• dicen que hubo una evasión burlando a los centinelas ;
• que huyeron dos asesinos que son pájaros de cuenta,
• y que tengan buen cuidado con las fieras que andan sueltas.

• Comentando la noticia está la joven pareja,
• cuando oyen ruidos extraños por el lado de la huerta ;
• sin poderse defender y cuando menos lo esperan
• un hombre pistola en mano empuja fuerte la puerta.

• ¡No se muevan o disparo !, dice rugiendo la fiera,
• ¡pronto !, grita a la mujer, ¡dame la plata que tengan !
• y tú, le dice a Manuel, dame pronto tu chaqueta,
• que vengo muerto de frío , con las carnes descubiertas.

• Manuel quiere contestar aquella agresión violenta,
• más ve que resulta inútil la más leve resistencia ;
• pero queda al descubierto aquel CINTURON DE CERDA.

• Me lo mandó un presidiario que se halla tras la rejas,
• y a quién solo pude enviar una pobre recompensa..
• -Manuel es usted, y yo Juan de León ¿Quién lo creyera ?
• masones somos los dos y hermanos sobre la tierra.

• Estoy siendo perseguido por la guardia, que allá afuera,
• aullando como jauría remueve piedra por piedra ;
• a quién me entregue, el estado dará rica recompensa,
• áteme usted, por favor , con el CINTURON DE CERDA .

• Al fin mi hija murió : me la mató la miseria
• y la ley que me encerró por defender mi vergüenza ;
• Juan de León puso las manos dóciles, sin resistencia
• para que se las ataran con el CINTURON DE CERDA .

• Cuando la guardia llegó, Juan de León, a su manera,
• dirigiéndose a Manuel le dijo con aspereza :
• - Perro, ya las pagarás cuando salga de las rejas,
• entonces te he de buscar para que ajustemos cuentas.

• Con aquello el Capitán rindió informe de su empresa,
• y el azorado Manuel recibió gran recompensa,
• con la que pudo sacar a Juan de León de las rejas,
• y adquirir la maquinaria para trabajar su tierra.

• Todo es paz en la quietud DE LO QUE AHORA ES HACIENDA,
• donde las risas de un niño, la vida rural alegran ;
• y en lugar de la estrechez del hambre y de la miseria,
• hoy abunda la salud, la alegría y la riqueza

• Juan de León vino a vivir con Don Manuel a la hacienda,
• y jugando con el niño está sentado a la puerta ;
• lo acomoda en sus rodillas, le acaricia la cabeza,
• y el chico sube a sus hombros y riendo lo jinetea.

• Juan de León camina a gatas y al rubio niño pasea,
• saltando como caballo que relincha y que patea ;
• por las noches duerme al niño en una cunita nueva,
• los padres enternecidos lo admiran y contemplan.

• El que en la cárcel ayer de pena se consumiera,
• hoy está preso en las redes de un amor que recompensa
• al de aquella pobre hija que de hambre se le muriera,
• y hoy son las rejas de hierro rejas de amor que le aprietan.

• En vez de pasar las noches trabajando, siempre en vela,
• las pasa junto a la cuna cual si lo ataran cadenas ;
• para el niño, es abuelito que bellas historias cuenta ,
• y que la hace de caballo, que relincha y que patea.

• Abuelito, dice a Juan que de ternura se llena,
• cuentame un cuento abuelito, sin fantasmas y sin fieras ;
• y Juan de León cuenta al niño con voz que trémula tiembla,
• la historia que conocemos de aquel CINTURON DE CERDA.

( Este hermoso cuento en verso , fue encontrado en los archivos de su Log:. por el H :. Angel de León. Aparentemente el autor ( Luis Tijerina Almaguer ) lo distribuyó en forma de folleto promocional, haciendo patente su pensamiento plasmado en el trabajo, como parte de su campaña como Candidato a la Gr :. Maestria de la Gr :. Log :. de Nuevo León en el año de 1966 ) .